Los aficionados del poker tienen un artista fetiche, y éste no es otro que Cassius Marcellus Coolidge, un pintor todoterreno que dedicó buena parte de su talento creador a pintar perros que juegan al poker.
Las obras en sí destacan tanto por su originalidad como por su trazo colorista y desenfadado, cualidades ambas que le reportaron una fama mundial inmune al paso de los años.
En total Coolidge firmó nueve cuadros protagonizados por perros echando jugando en salas donde el ambiente está cargado de humo y tensión y los vasos están hasta los topes de alcohol.
La pasión del artista por los canes, no obstante, iba más allá de las cartas, y también los dibujó en otros siete cuadros donde se les ve haciendo otro tipo de actividades también reservadas al ser humano, tales como mecánicos de automóviles y jugar al béisbol.
Este artista neoyorkino nació a mediados del siglo XIX y falleció en 1934 por causas desconocidas. Durante toda su vida adulta se dedicó a pintar, y aunque nunca se especializó del todo siempre estuvo estrechamente ligado a la pintura humorística. Durante varios años fue dibujante de las tiras cómicas de un periódico, actividad que solía compaginar con graciosos retratos de personas.
Sin embargo, lo que le catapultó a la fama fueron los cuadros que ocupan este artículo, así como un invento ciertamente revolucionario que él mismo bautizó como “Comic Foregrounds” (algo así como “primeros planos cómicos”), que consistían en dibujos de personas a tamaño real a los que se les practicaba un corte para que quien quisiera pudiera poner su cara.
Pese a que desde entonces haya llovido mucho, los cuadros de Coolidge siguen vivos en el imaginario colectivo, y a buen seguro que ahora se repopularizan gracias al extraordinario “boom” que experimenta el poker.
De hecho, sus pinturas 'A Bold Bluff' y 'Waterloo' fueron vendidas en el 2005 a un coleccionista privado de Nueva York por más de 590.000 dólares, cuando en un principio se pensaba que el montante final como mucho ascendería a los 50.000.