20.3.07

Pasear perros, buen negocio en Argentina





Un perro puede ser complicado de dominar en la calle. Dos perros, una locura, y más de diez, todo un arte: el de los paseadores. Se trata de un típico personaje porteño que acapara los flashes de todos los turistas que, boquiabiertos, contemplan cómo una sola persona es capaz de manejar a una veintena de mascotas sin que el paseo acabe convirtiéndose en un completo caos.
Una alternativa para ganar más
Tritón, Ringo, Cleo, Wallas, Lap, Santino, Genial, Ulises, Willie y Bruno forman una jauría que solo responde a la voz de Facundo, uno de los cientos de paseadores que recorren las calles de Buenos Aires como forma de vida.

Facundo, Patricia y Gabriel son tres paseadores que no tienen nada que ver, no coinciden en edad, ni en gustos y tampoco tienen amigos en común, pero lo que les une es una misma filosofía de vida, un punto de vista común a la hora de definir un trabajo "perfecto" fuera de lo marcado como "normal" o "tradicional" por la sociedad.
Patricia es la más veterana de los tres. Pasea perros desde hace 14 años, cuando la oficina en la que trabajaba cerró y se quedó sin empleo.
"El primer día que llevas a un perro al parque con los demás es como el primer día de colegio. Llega asustado y el resto no le hace caso. Los perros en cierta medida son como los niños. Hay que estar muy pendiente de ellos", explica.
Por su parte, Facundo, que lleva dos años en el oficio, comenzó cuando se quedó con los perros de un amigo.

$30 dólares por mes, por perro

"Al principio no lo veía muy claro porque estaba acostumbrado a trabajos más tradicionales, pero ahora vivo solo de esto y no lo cambiaría por nada", asegura.
Mientras que Gabriel, que también pasea mascotas desde hace dos años, dejó la clínica veterinaria en la que vendía productos y bañaba perros por no ganar lo suficiente.
Los tres coinciden en señalar que el trabajo de paseador da una libertad que no otorga ningún otro, pero también tiene cosas malas como aguantar las altas y bajas temperaturas, los mosquitos y los días en los que hay truenos o tiran petardos y los perros "se vuelven locos".

"Es muy difícil controlarlos en esas circunstancias", confiesan.

Para ello es fundamental la correa, instrumento imprescindible de los paseadores, que junto con una voz de mando y la experiencia acumulada, consiguen que el perro esté controlado en todo momento, afirman.
"El primer día que llevas a un perro al parque con los demás es como el primer día de colegio. Llega asustado y el resto no le hace caso. Los perros en cierta medida son como los niños. Hay que estar muy pendiente de ellos", explica.
Los paseadores no tienen un perfil concreto: Su edad está comprendida entre los 15 y los 70 años y tienen diferente nivel socioeconómico.
Cobran una media de $30 dólares por perro al mes y trabajan unas seis horas, desde las 8 a.m. de la mañana, cuando van a buscar al primero de los perros, hasta las 2 p.m., cuando dejan en su casa al último.
El "gremio" de los paseadores agrupa desde estudiantes universitarios que quieren un trabajo flexible que les permita ganar un dinero y no faltar a clase, hasta jubilados o personas que se dedican a ello por completo y no trabajan en ningún otro sitio.
Cada paseador lleva a unos 12 perros, aunque algunos llegan a alcanzar los 25, cuando el máximo permitido por las autoridades es de 10.
"Es mejor llevar muchos perros ya que se hace más fácil dirigirlos porque los del centro no ven apenas y siguen al guía que suele ser el de mayor edad o de más autoridad", sostiene Facundo.
Este oficio, considerado por muchos como un arte que rompe con la idea tradicional de lo que supone un empleo, suscita controversias entre los vecinos y las autoridades.
Los transeúntes se quejan de que no se preocupan de recoger los excrementos y dejan sucias las calles, mientras que las autoridades les imponen límites como el número de perros que pueden llevar o la necesidad de que todos ellos lleven bozal.
Ante esto, Facundo responde que no se puede acusar a todos los paseadores ya que algunos de ellos incluso recogen por las mañanas las heces que los dueños no recogen cuando sacan a su perro al parque por la noche.

Algunos de los propietarios también se quejan del trato recibido por las mascotas por parte de ciertos paseadores.

"Mi tío contrató a un paseador y su perro volvió enfermo", asegura Nicolás, que añade: "Vivo en el barrio de Abasto y por allí se ve todos los días a paseadores que maltratan a los animales, les pegan, les insultan y les dejan atados llorando bastante tiempo".
El trabajo de paseador no está regulado como un empleo, son trabajadores por cuenta propia y no pagan cargas sociales ni impuestos.

En 2003 el gobierno de Buenos Aires creó un registro de paseadores obligatorio en el que figuran mil registrados, de los que en la actualidad solo 110 permanecen activos, y esto es porque la mayoría prefiere no inscribirse.
"Se inventan multas y luego te las mandan a casa. Es imposible no cometer ninguna infracción cuando llevas diez perros", afirma Facundo.

Para controlar el trabajo de los paseadores, se creó la figura del inspector que se encarga de asegurarse de que los perros tengan todas las vacunas puestas, de que los que lo necesiten lleven bozal o de sancionar a los que no recojan los excrementos, tanto dueños como paseadores.
Pero según denuncian, los inspectores solo van una vez al año y algunos tienen "pactos" por los que se comprometen a "hacer la vista gorda" siempre y cuando algunos paseadores no permitan que aumente el número de perros en una plaza o jardín determinado.

Asimismo, los paseadores se quejan de que solo hay una plaza en Buenos Aires que tenga un poste con bolsas para recoger los excrementos de los animales y señalan que los caniles, recintos vallados que contienen arena, no son la solución ya no solo por la gran cantidad de perros que hay sino porque los consideran "poco higiénicos".

También denuncian que las autoridades quieren "sacarles de en medio" y les ofrecen un terreno cerca de las vías del ferrocarril, al lado de un asentamiento precario donde, "a parte del peligro de los trenes, se dan robos de perros".
"Lo que deberían hacer es habilitar un jardín con un guarda que lo cuide o darnos a nosotros las herramientas necesarias para mantenerlo limpio, y que tenga agua para dar de beber a los perros", añaden.

Según datos del Instituto de Zoonosis Pasteur, en Buenos Aires hay un millón de perros que dejan aproximadamente 70 toneladas de excrementos al día.

Lorena Álvarez de Sotomayor, EFE